martes, 9 de diciembre de 2008

He vaciado mi suerte de ti

He vaciado mi suerte de ti.
Ya no escondo galletas en la cocina.
Sólo queda gas y arroz
mi cuerpo se hace sirena
me desordeno tranquila


He vaciado mi suerte de ti.
Canto al viento
que me tapa la boca:
contracorriente intensa,
ya estoy llena de nuevo


He vaciado mi suerte de ti:
el vientre me late amplio;
las hormigas, las mariposas,
hasta el hastío se ha ido
a esperarte en otro cuerpo.


He vaciado mi suerte de ti.
Ya no me queda suerte
sino empeño
trabajito laborioso
quererse desde hasta mí.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Llueve

Llueve. Y no me extraña que llueva hoy. Hoy también lluevo yo. Acabo de cerrar las ventanas, entra el frío y me hace recordar el frío. La cabeza se me embota con los ojos hinchados.

Un final de una peli en la que el padre vuelve y salva a su hijo.
Quiero que mi padre me abrace y me diga que está aquí, que por fin está aquí, pero eso no va a pasar. Y si pasa no sé cuan de bueno será, porque no me quiere. Seguro que quiere algo. Él está herido, y yo también. Él me hizo daño, y yo espero a que se me pase. Antes le odiaba, y eso es mal amor. Ahora no le odio, y no le respeto, y no le perdono, cómo perdonarle tanto maltrato, para qué?
Ahora lo lloro todo. Me cansé de llorar hace 6 años, y me enfadé. Fueron seis años enquistada entre una ira que me consumía y un amar dependiente y desorientado, que encontraba hombres sin madre. Fueron seis años que están en su fin ahora. Y ahora lloro. Lloro y lloro. Como la lluvia asturiana, perennemente, me salen llantos en las conversaciones y llantos en las películas, en la ducha y también cuando ordeno papeles.
Ya no ordeno el pasado. Ya lo estoy sacando de casa, para qué ordenarlo.

Ayer me encontré la carta que le escribí a mi padre hace seis años. Hoy la leí. Después de haber roto a llorar en un restaurante con Rosalía, que está empeñada en que entienda y perdone y ame a mi padre. Y yo explico.
Claro que le amo, desde la mierda hasta la mierda, a mi padre. No creo que eso sea negable. Lo que no sé es si a quien amo se llama Sergio o no tiene nombre. No lo sé. No me parece importante ahora. Le echo de menos.
Claro que lo entiendo. Estaba herido, fue maltratado, estaba rabiado, el patriarcado, lo corriente que es todo esto tal y como está el mundo, aquellos tiempos, tantas veces que pasa en todas las familias, pobre.
No le perdono. No le perdono porque no se disculpa. No le perdono que en todos estos años no haya tenido un momento de ocuparse de sus hijas, de hacer algo que no sea en su propio interés. No le perdono porque no puedo. La sola idea me repugna. Porque le entiendo, pero no le perdono que no lo sienta siquiera.
Y me pregunta Rosalía si no hay recuerdos buenos, conexiones buenas en mi memoria, lo bueno que recuerdo de ese Sergio que es mi padre.
Y le explico. Yo que me acuerdo de todo sólo tengo que era muy divertido, aunque eran pocas veces su carácter divertido lo que compartía con nosotros. Y también recuerdo su sonrisa bella, su escritura bella, la vez que se disfrazó en Navidades y tiraron caramelos por la entrada y la sala. Cuando nos dejaba que le mordiéramos la mano. Cuando cantaba en el coche. Cuando cantaba con nosotros y cuando cantaba solo. Esa voz tan profunda, tan afinada, tan varonil. Y su aftershave. (De todo eso tengo enlaces profundos, quien me conoce los puede reconocer todos, uno a uno, en mi vida).
Parece que se haya muerto. Y sí, se murió entonces. Y desde ese entonces no tengo recuerdos buenos de mi padre.
Y le cuento una retahíla de recuerdos. El silencio temoroso – contagiado al notárselo a mi madre, la intuición infantil entera – cuando se echaba en el sillón verde con el pañuelo en los ojos, su sagrada siesta. El silencio en la “mesa de los mayores”. El dinero y la seriedad con que premiaba nuestros abundantes sobresalientes. Cuando me hizo beberme en Madrid – aún casados mis padres – un vaso de leche pasada y no me escuchaba, yo le decía que estaba mala y no me escuchaba. Y al final, cuando me la conseguí beber, olió el vaso y dijo que sí, que estaba mala. Y no me pidió perdón, ni se disculpó, ni dijo que lo sentía. Son tres cosas distintas. Ninguna hizo entonces. Ninguna hace ahora.
Y cuando nos fuimos a Madrid y no me matriculó en violín, y no pude tocar con Ordieres en la joven orquesta. No protesté nada porque me hizo sentir responsable, me habló y me dijo que tenía que entender que no podía permitirse que yo fuera a a violín. Con dos abuelos cuidándonos en casa y toda la pasta que tenía. Con mi madre (con Sonia y sin pasta) sí fui.

Y cuando tiró los dos pares de zapatos que mi madre me compró con tanto esfuerzo por mi cumpleaños: los desapareció. Nunca los volví a ver ni me los puse nunca, recién nuevos. Porque no me compraba zapatos, se me habían caído las uñas de los pies. Eso me da mucha pena y me pongo a llorar.
Esa es la diferencia, antes me enfadaba y ahora lloro. Entonces no lloré, me daba miedo. Ni siquiera pregunté. Me daba miedo todo y además me salió una gastritis. En Madrid.

Ahora quiero plantar un árbol aquí, en Madrid. Aquí nací y aquí me pasaron cosas que me hicieron estar fuera de mí muchos años. Ahora quiero estar dentro. Quiero un árbol que sea sensible y protector, un árbol que sea perenne y que me haga recordar que esos años son de mi vida, pero los anteriores y los posteriores también, y los que vengan, y que tengo raíces, y a partir de ahora voy a dar frutos generosos y amados, brillantes, limpios, enteros.
Quiero más árboles, poco a poco, en cada sitio de mis raíces uno, yo en cada sitio, conmigo, entera.

Gracias a mi madre, y a mi hermana-madre Sonia.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Extracto de carta: la crisis y la oportunidad

hola wapo, namasté!!! qué bien oir de tí! ya sé que ha pasado mucho tiempo, pero no tanto, según el reloj que mires!

aqui la cosa está como has dicho, un caos, o más bien eso quieren que creamos, pa que no nos enteremos mucho. La estrategia del miedo a la carencia sigue rompiendo la imaginación; y la mayoría está tan preocupada con el euro para comprar la comida que pisan las huertas y los cultivos con sus macroproyectos económicos. Zapaterito se puso de rodillas y olvidó que tods somos inmigrantes, y la crisis fantasmagórica ha roto la poca política social que se planteaba poner en marcha...

yo, aún a riesgo de que me tachen de negativa, o de violenta, te diré que me parece una gran oportunidad para que re-aprendamos a vivir sin la economía de mercado. Se suceden los movimientos de intercambio libre y espontáneo, y estamos creando mucha sinergia de la multitud... tenemos que estar todas más juntitas, como hacemos para cuidar la vida, o creer lo que nos cuentan, y si matarnos. Esta Europa trasnochada está perdiendo los papeles, leyes ilegales y guerra civil, nada que no se viva ya en el resto del mundo. El bofetón va a ser grande. Las posibilidades infinitas! Eso quiero contar en mis talleres de este año...

De México me llegan noticias, aunque para serte sincera me quedan como 10 correos pendientes de leer con informes sobre los últimos meses. Mi año y mi cuerpo me han necesitado mucho, y aparte de viajar a FIlipinas a dar talleres, y al Museo del Holocausto a recibirlos, he trabajado para ahorrar y el año que viene parar un poco este ritmo. Además he dejado de fumar, y me encanta volver a tener tiempo y respirar... me hace mucha ilusión irme al Festival de la Digna Rabia, aunque yo esté mucho más tranquila y la rabia la estoy dejando atrás. Estoy un tanto kavha, que dirían las ayurvedas...

Del paquete pues te cuento que va bibliografía antigénero, o queer o como lo quieras llamar -que todas las palabras las mueven en palabros... recuperar la lengua, la palabra y no sólo el verbo..
Y el paquete lo llevo yo, que voy al DF para el festival.. tú vas a ir?? estarás por el DF?? si no recuerdo mal era del 26 al 29 allí. El billete de avión es una gran inversión, pero navidades con mi familia!
Luego vamos a Chiapas, sancristobalito y oventik y vuelta... bueno imagino que ya sabes como va... fin de año y ezln!

Besos de colores!

martes, 2 de diciembre de 2008

El árbol que sí soy

El árbol que sí soy está buscando darme sombra.
Yo salto a la luz; inmensamente
quiero estar ciega; en las ramas
quiero estar lejos,
y me sigue un contorno de nudos y silencios

El árbol no puede correr, pero
acaso yo puedo?
Acaso las alas me brotarán de la espina?

Ya no quiero más sangre, sino savia
un pálpito lento que me lleve
de vuelta a casa,
una luz de dentro afuera

El árbol que sí soy: si lo busco
llegaré a mil bosques
me abrazaré desde el fondo
y me prenderé,
para siempre

Gracias Tania

jueves, 20 de noviembre de 2008

La princesa olvidada de sí misma

Estoy en un monte y un río, pinos y setas, sol frío de invierno…

Estoy esperándome, atendiéndome, esperándome…

Hace muchos muchos años la princesa fue expulsada de palacio. La princesa lo aceptó, porque no sabía muy bien qué tenía que hacer.. las princesas buenas no se quejan al rey, y las malas son expulsadas así que… no había solución, y la princesa se fue.

Ese día, por primera vez en los caminos, se encontró con las arañas, y como la única que había visto era la del palacio, de cristal musical, pensó que era parte del destierro, del castigo, para recordarle que no había sabido estar en su sitio… o no era así?
La princesa quiso preguntar, saber si había estado en su sitio o había hecho algo tan grave, pero todo lo que oía eran voces que murmuraban: murmuraban sobre todo, y sobre todos. La princesa tuvo miedo de que murmuraran de ella, y aún peor, del rey, así que tomó varias decisiones:
No contar nada.
No preguntar nada.
No seguir siendo una princesa.

Bueno, esto último es difícil, cuando una princesa se disfraza siempre se le nota algo en las maneras, en el hablar.. así que además del disfraz la princesa tuvo que hacerse un modo distinto de vivir.
Su voz dejó de ser dulce.
Sus manos dejaron de buscar cariño.
Sus ojos dejaron de fijarse en los príncipes.
Sus sueños dejaron de tener un futuro hogar en donde gobernar.

La princesa disfrazada empezó su vida escondida en los sitios más opuestos a lo que ella conocía. Decidió mimetizarse y con disciplina y dolor aprendió a tener malos modales, malas costumbres y malas compañías.

Un día la princesa olvidó quien era.
Su cara se volvió gris y sus manos temblorosas. Su casa estaba llena de bichos e intereses ajenos. Sus ojos se enturbiaron de un polvo perenne. Sus sueños se ahogaron porque no vivía en la realidad.
Los hijos que iba a tener, sorprendidos, llamaban de vez en cuando a la puerta de su casa, pero el olor les hacía insoportable la espera.

Así, parecía que la princesa nunca había existido. Así, parecía que el rey nunca se había equivocado.
Así, la princesa se dejó morir.

Pero ya sabemos que las princesas siempre lo son, y que por mucho que lo eviten, siempre acaban haciendo alguna princesada…
Así, sin darse cuenta, ella había cantado con voz dulce mientras trasteaba en las bodegas. Y sus manos habían acariciado alguna que otra tristeza ajena. Y si sus ojos se encontraban con un alma de niño, le salía un brillo de plata que iluminaba por un segundo la vida. Y sobre todo, se le notaba la princesez en que viviera donde viviera, intentaba que algo fuera mejor, o más bonito…

Así fue como la princesa olvidada de sí misma fue descubierta.

No fue fácil: aunque siempre había algun sabio mendigo entre la basura que le decía cuanto podía brillar, aunque las gatas parían a su lado buscando al calor de su vientre entumecido, aunque hasta algún mercader la intentaba comprar por su buen olor... ella no escuchaba.
Ni siquiera y sobre todo a sus hermanas, que le cantaban desde la luz del mar limpio… pero ella en su cueva pensaba que eran sirenas, y en medio del pesado sueño que vivía se miraba las piernas desgastadas, y no escuchaba.

Ella no escuchaba, pero poco a poco se le llenó el cuerpo de nostalgias, y la almohada repetía siempre los cantos de sus hermanas sirenas, y el espejo le empezó a recordar la cara de su madre, y le llegaron noticias de una nueva princesa nacida en un reino lejano… y empezó a soñar.
Y tenía sueños de alas, sueños de olas, sueños con besos a sapos, con niñas de colores, hasta que llegó un momento en que creyó que el sueño era posible, que era realidad.

Ese día saltó de la cama y no se vistió. Atolondrada y sucia salió a la calle evitando oler, buscando con sus oídos taponados un acorde que le dijera dónde, dónde está el sueño que me hace sonreír.. cerró los ojos a la nube, sintió que su madre le hacía cosquilas en los pies indicándole la dirección, y saltó, trepó, descendió barrancos, cayéndose a veces, perdiendo la noción del tiempo, dudando y parandose de tanto en tanto a tomar aire…
Y en cada parón aparecía una araña, y en cada duda un bello maleante, o una nube de polvo que la retrasaba y llenaba su cabeza, sus oídos.. Así no había manera de llegar!...

Con una disciplina interna que no recordaba, la princesa olvidada de sí misma olvidó casi todo: todo lo que había decidido en su vida no le servía para llegar, más bien para perderse. Todo lo que había aprendido era cómo ir hacia lo oscuro. Así que lo olvidó.
Solo recordó que habia un sueño hermoso en algún sitio, un sueño ajeno que ella quería contemplar, para ver algo distinto, para verse en algún sitio distinto..

Sin ropa y confusa, aún llevaba tanta suciedad que se podía confundir con cualquier otro ser, y con ese camuflaje y ese sueño en la cabeza pidio ayuda. Ayuda, ayuda, ayuda. Y el amor que perdió algún día la llevó a un camino seco y estrecho; un camino largo que solo tenía un principio y un final, pero que de vez en cuando brotaba en verdes por algún charco limpio y solitario.
La princesa se lavaba sin querer y queriendo, pues cuanto más limpia estaba más fácil se hacía la ruta, y aunque al principio no podía evitar lavarse al final buscaba con alegría donde darse otro chapuzón.. hasta que se le fue cayendo todo el polvo, todo el gris, toda la nube…

Al final del camino ya casi podía verse. Las voces de las sirenas empezaron a ser muy cercanas, y justo en la última esquina, tras el último charco de agua limpia, encontró la puerta de su sueño.

Asombrada y nerviosa, con pies de plomo y mucha vergüenza, la princesa abrió la puerta y miró.
La princesa olvidada de sí misma vió una niña de colores, que sonreía con su cabeza llena de plumas, sobre las olas del mar.
La princesa olvidada de sí misma dio un grito, porque esa cara le resultaba familiar, porque la había echado tanto de menos.
Y estiró la mano hacia la niña.
Y cuando tocó algo duro, comprendió:

La princesa olvidada de sí misma se reconoció, y supo que, al fin, estaba en casa.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Ordenando el pasado

LO MÁS IMPORTANTE DE TODO EL DÍA ES QUE HOY MI MAMI CUMPLIÓ UN AÑO MÁS.
¡¡FELICIDADES MAMI
Estoy descansando, se supone, pero tengo tantas cosas pendientes que mi descanso es un re-buscar, re-ubicar, re-leer, re-pensar… Voy ordenando datos de sms de los últimos meses, y me doy cuenta de que aún me falta media agenda del anterior móvil por pasar al nuevo! Esto me turba, quizás tengo datos sobrantes y no me dí cuenta desde julio hasta ahora.. o quizás he estado demasiado incomunicada con mi pasado…
 
 “Era una mujer atrapada por su pasado” decía una voz en off de una cuña de Les Luthiers.. “¡Suéltame, pasado!” respondía uno de ellos imitando a una mujer, con una gracia que, más de 20 años después, me hace reír. 
No reflexiono sobre la disyuntiva “exceso de datos/incomunicación” demasiado tiempo… es fácil sentirse culpable de haber abandonado a tantas personas que quiero, que me quieren… algunas han llamado, y sí tengo su número.. otras espero que sonrían aún al pensar en mí, pero no ha habido -por ahora- continuidad en la relación… 
Bueno, sí, tengo un sms de cumpleaños de alguien, no sé de quién, aunque lo sospecho… por esta persona abriré la agenda de mi antiguo y resistente nokia, lleno aún de sms de amor que siempre me resisto a borrar… ¿Se salvará ese amor en el cyberspace de nokia? ¿o me volveré escriba moderna y anotaré en otro soporte digito-irreal una copia intangible de sentimientos intangibles?… 
 
Entonces es cuando me apetece escribir “de puño y letra”. Curioso que una expresión tan antigua sea tan contemporánea en el 2008. De puño y letra… pues allá vamos! 
 
Con romanticismo y nostalgia de mí misma, de tiempos en que aún llenaba buzones en cada en primavera y otoño, cogí en Madrid -hace ya 10 días- tres modelos distintos de papel de cartas. Atesoro papel de cartas desde los 20. Tengo la costumbre de guardar siempre un último ejemplar de cada modelo, los turno, y así tengo de sobra para unos cuantos años más. 
Mi familia, que me quiere y conoce, me ha regalado en numerosas ocasiones cuartillas, postales y papelería con gatas, y en reciclado a ser posible. 
 
Así que aquí me encuentro, en el límite de Castellón y Teruel, abriendo el papel de cartas, dispuesta a escribir a todo el mundo y a nadie en particular, siguiendo un impulso de ordenar desde el principio, desde hace tanto que fue el principio, todo lo que tengo pendiente… 
De manera inopinada y con cara de sorpresa encuentro sobres con señas de destinatarias ya escritas, de mi puño y letra, cuidadosamente. No uno sino varios sobres. No una sino tres personas a las que no les llegó nunca esa intención, que nunca supieron que quise decirles algo importante, algo bonito seguramente.. lo digo por la caligrafía, por el esmero en la curva, por la tinta de pluma favorita que llevan.. 
Tres eran tres las hijas de Elena, tres eran tres los reyes de Oriente, y tres patas tiene un gato si se las quieres buscar. 
 
Un sobre es para Lydia. Lydia es mi mujer desde el año 87, que se dice pronto. Lydia es valiente, y con toda su altura y su belleza es un ovillo de mimos. Lydia se compró inteligentemente un piso hace muchos años, (ella todo lo hace inteligentemente, o casi todo, que no es lo mismo, pero ya nos dijo Silvio que es igual), allá en las cataluñas, y a esa dirección le pensaba yo algo que no llegué a escribir. Lo curioso es el remite: Oscar, Ramón y Katia.. y claro el solecito en espiral que siempre pongo.. Oscar, Ramón y Katia… todavía recuerdo ese fin de semana que curiosamente despertó alguna llorera… el ciclo se cerró, nosotros cuatro nos volvimos a ver, y los 3 que seguimos quedando nos queremos, pero ya no hay revoltijo.. 
Ese sobre cambiará de remite, y llegará a su dirección porque Lydia siempre será mi mujer, y siempre tendrá su casa. Espero abrazarla antes del 2009. Aprovecho para besar a Ramón, quien siempre será mi gran amigo, y que espero que cambie de casa para que le quepan hijas y visitas de una manera más discreta. 
 
Otro sobre es para Alicia. Sí, mi Alicia amada, Alicia llena de amor y música que se podría morir sin parar de ayudar a tanta gente, y que nunca avisa cuando necesita algo. Alicia tiene un sobre sin dirección, y en el nombre hay un sol de los míos y una estrella, en las aes que abren y cierran su nombre en nuestra boca, en este papel de cartas, como la luz que derrama sin cesar. 
Alicia es sabia y piensa que es intuitiva, es valiente y piensa que no vale, es una gran matriz que camina sin el orgullo de serlo, y a ella le debo miles de cartas, y miles de gracias le debe el mundo. Rosalía le escribió una canción. Yo aún no, así que aprovecharé este sobre para la canción, y ella con su Alfredo y su Alicia y tantas personas del mundo recibirá lo poco que conseguiré contarle de lo que se debería cuidar. En el remite sólo figuro yo. No hace falta nada más, espero abrazarla antes del 2010. 
 
El último sobre me agarra. Primero encuentro mi sobre, y se me agarra la tripa. Luego encuentro su sobre, y se me agarra el pecho. Alberto. Alberto me escribió desde Irlanda, y yo le iba a contestar a Irlanda. Tengo mi contestación guardada, no la mandé. Seguramente olvidé la carta, pues aún ahora me cuesta releerla... En su carta el número de mi portal está escrito con una tinta distinta al resto de mi dirección, no se lo sabía de memoria. En su carta mi nombre está escrito con y griega, así, Katya, y no Katia, por lo que es posible que en realidad no estuviera dirigida a mí, aunque sí. Alberto me escribe el olvido, y termina diciendo que me amará siempre. El resto es privado, pero dice cosas que no recordaba, y que entiendo, de modo distinto. Porque la realidad no existe. Y por tanto todo es posible. La fecha de su matasellos está borrosa, sólo leo 2:30pm, la fecha se corrió en el sello de papel brillante. 
Deduzco que fue la desaparición del 99, aproximadamente, porque habla de papeles de boda… Recuerdo que le pedí permiso para casarme, porque yo sólo le había prometido a un hombre casarme con él, y ése era Alberto. Alberto volvió a España y reapareció, y todo estuvo un poco raro y un agarrón amoroso, como siempre. Y desapareció. 
Mi hermano, harto de verme esperar en un sofá de flores secas y disculpas me dijo: “si no viene no es porque no puede, sino porque no quiere”. Gracias, hermano. 
Así que intenté cerrar. Alberto volvió, y todo estuvo un poco raro, casi como siempre… pero no igual, porque por una vez me llevó a su casa, y conocí a la madre de su hija. Y porque una voz más antigua que mi amor me dijo que estaba todo roto… Y en medio de mis flashback de esa noche recuerdo que él habló de las llaves de mi casa, y yo le hice callar, porque no quería saber.. 
Nunca quise saber mucho, porque quería amarle, pero esa abuela africana susurrándome en el vientre y en la sien... Yo no me acordaba pero ella sí: Alberto lo decía en la carta, lo decía desde Oviedo: ya no me podía amar. 
Alberto sigue existiendo. Hace nueve meses un amigo de Oviedo, el mejor músico de asturianía que conozco, me dijo asombrado y contento “pero si tú conoces a Alberto!”, y sí, o eso creí siempre. Hace medio año pregunté por él en el bar donde toca todos los martes o miércoles, ahí en Madrid. No estaba. Conseguí soltar el nervio. 
Hace menos de una hora que encontrado su sobre. 
 
Así es el pasado, no se puede ordenar porque se hace presente.

martes, 12 de agosto de 2008

Antes de empezar

Habrá que parar y mirar hacia el suelo, tentar la tierra y la suerte, besar una vez más el miedo a que me deje, atusarse las plumas, abrigarse la garganta y meter los donus en la cartera, caminito caminito, adiós y hasta luego, que siempre volvemos..